Bienvenidos

"En lo alto de una pequeña colina llamada Incí, desde donde se divisa el pueblo de Hoblut, ...."
Así comienza esta historia; divertida, alegre, diferente, emocionante, alucinante ... Los Pegimun
Pronto podrás descubrir sus aventuras y disfrutar con ellos de ciento y una peripecias.















20 de marzo de 2011

Desesperadas

     Las dos se sentaron en la sala de su casa y pusieron sobre la mesa los gastos pendientes de pagar. Era el cuarto día del mes y sus números eran completamente rojos. Waldy sacó del bolsillo de su bata la cartilla del banco y la abrió por la última página. Acababa de subir del cajero donde la había puesto al día y el saldo era desolador. Deysi por su parte, acercó el bolso que estaba posado en el brazo del sofá e hizo lo propio con la suya. No merecía la pena ni usar el papel en blanco que tenían delante, a simple vista el dinero no llegaba. Los resultados eran totalmente negativos, necesitaban al menos el triple del dinero que tenían para poder subsistir ese mes. Después de tantos meses en el paro, sus ahorros estaban agotados. Habían intentado buscar trabajo. No importaba en que fuera, necesitaban seguir resistiendo, dar a sus hijos una vida mejor. No tenían opciones, ya no sabían que hacer. Sus trabajos temporales en casas como señoras de la limpieza por horas, no eran suficientes.
En silencio, sin saber que decir intentaban pensar. Era necesario buscar una solución, encontrar una salida.
Waldy pensaba en como había sido su estancia en este país. Llegaron llenas de ilusiones y vida. Los tres primeros años las cosas fueron bien, pudieron alquilar unas viviendas he incluso traer a sus hijos y alejarlos de las penurias y los peligros que acechan en su ciudad a los jóvenes sin medios. Con el paso del tiempo las circunstancias fueron cambiando, perdieron su trabajo y tuvieron que irse a vivir las dos juntas.
Compartían piso desde hacia dos años, y una con otra iban sobreviviendo; tirando del carro como podían. Desde el primer día decidieron ir a medias en todo. Lo llevaban estupendamente, con más o menos apuros cada una aportaba al mes la cantidad acordada. Habían logrado formar una “gran familia”, donde tanto los niños como ellas disfrutaban de una relación perfecta.
Ambas mujeres se miraron a los ojos. Deysi pregunto:
  • Qué… ¿lo hacemos?
  • No lo sé, no sé si podré, tu… ¿realmente puedes?
  • Yo estoy igual que tú. Pero lo que sí se, es que no podemos seguir así, por lo menos tenemos que intentarlo, tenemos que hacer de tripas corazón y tirar para adelante Waldy.
Aquello que tantas veces habían comentado entre risas y gracias estaba empezando a tomar forma. Pero… como podían hacer eso, ¿cómo iban a introducirse en ese mundo? Un mundo oscuro, desconocido y posiblemente lleno de peligros y riesgos de los que no eran conscientes.
  • De acuerdo. Lo haremos. – dijo Waldy
  • Bien. No creas que para mi es sencillo chica, se me abren las carnes de pensarlo. Vinimos huyendo de ello y vamos a tener que hacerlo aquí. ¡No es justo… no lo es!
  • Y… ¿por dónde empezamos?. Hablamos con alguien, buscamos a alguna compatriota que lo haga. Yo escuché a Espe, la rubia que trabaja en el super, decía que sabía de una conocida que lo hacia, un día se lo oí comentar en el bar. – sugirió Deysi -
  • No, no vamos a decir nada. No diremos ni media palabra. Lo haremos un tiempo, el justo para salir del paso, pero… tienes que prometerme que si encontramos un trabajo sea cual fuera, lo dejaremos. –contestó Waldy con orgullo. -
  • Si, por supuesto, sabes que así será, no importa que ganemos mucho o poco, con lo que sea nos arreglaremos. Te lo prometo, en cuanto encontremos algo, saldremos de la mierda.
Lo primero que se las ocurrió fue, poner un anuncio en el periódico, comprarían un teléfono móvil de pre-pago y trabajarían con él. En cuanto al lugar donde dar el servicio, la cosa se complicaba, debían buscar un sitio. En su casa no podían, los niños por la tarde estaban haciendo los deberes o entrando y saliendo constantemente. Eran cuatro niños que podían presentarse en cualquier momento. Otra opción podía ser, alquilar una habitación, pero no era viable, su plan no estaba diseñado para eso. Ellas debían estar siempre, una pendiente de la otra, nunca estarían solas durante el tiempo que alguna de las dos estuviese ocupada, se cuidarían mutuamente, por eso, debía de ser en un piso o un lugar que tuviera suficiente espacio como para que una de las dos no fuera vista, y ésta pudiera estar vigilante de lo que pasara dentro de la habitación. Pero… entonces ¿cómo hacerlo?

  • Ya esta… ¡Por la mañana! Lo haremos por la mañana y… será aquí. En casa. – indicó Deysi- Los chicos están en el colegio. Es mas difícil que vuelvan, además, siempre estará una de guardia con lo cual puede cubrir a la otra en caso de que alguno llegase. Afortunadamente la casa es grande y, en caso de que eso pasara, podemos despistar bien a los muchachos.
  • De acuerdo. Si, me parece buena idea. Utilizaremos la habitación del baño, además es la que está más cerca de la puerta de la calle. Por si acaso. – contestó Waldy -
La decisión ya estaba tomada. Deysi salió de casa y entró en la primera tienda de telefonía que encontró. Una vez que tuvo el número del teléfono, el siguiente paso era contratar el anuncio del periódico. Entró en un bareto pequeño que frecuentaba alguna vez y donde eran muchos los compatriotas que allí se reunían. El dueño, un cubano alegre con físico imponente, ya llevaba muchos años en el país, su clientela no era sólo emigrante sino también nacional. Su carácter dicharachero había ayudado mucho a la integración del bar en el barrio. Había sabido ganarse a la gente.
Pidió un café y se acertó hacia la esquina de la barra donde estaba posado el diario local. Se sentó en la mesa mas alejada de la vista del camarero y comenzó a pasar con disimulo las paginas. Cuando llegó a los anuncios por palabras, buscó entre ellos un teléfono, o la dirección donde poder dirigirse. Mientras, sus ojos repasaban de arriba hacia abajo y viceversa todos y cada uno de los recuadros existentes, notaba como su cara iba tornándose roja como un tomate, levantó la vista y observó que nadie se estaba fijando en ella, podía continuar con lo que estaba haciendo. Encontró y anotó lo que estaba buscando y memorizó algunas de las frases que figuraban en aquellos pequeños recuadros. Su mirada quedó perdida a través de la ventana que tenia a su izquierda durante unos segundos. Una mirada perdida que quizás intentaba buscar en el horizonte imaginario una salida que las permitiera no continuar el camino que habían iniciado.
Cuando recibieron la primera llamada en aquel móvil, se quedaron paralizadas. Realmente... ¿iban a ser capaces de llevar a cabo esa idea? Sentían vergüenza, miedo a lo desconocido, asco, rabia, impotencia, pero… no tenían otra salida. Si aquello las ayudaba a seguir viviendo, entonces era lo que tenían que hacer. Pronto sonó de nuevo el teléfono.
Prepararon la habitación. La primera cita era a las 10:00 de la mañana, y la segunda a las 11:30. Entre una y otra tenían tiempo de sobra para volver a dejarla en perfectas condiciones. Lo que no sabían todavía era quien iba a ser la primera. Sólo una se dejaría ver, la otra estaría atenta, por si pasara algún imprevisto.
Durante el tiempo que estuvieron preparándolo todo, ninguna de las dos dijo ni una palabra, la vergüenza las hacia guardar silencio, la complicidad no era suficiente para exponer sus miedos delante de la otra. Estaba llegando la hora, se sentaron en la cocina y encendieron un cigarro, con la taza de café en las manos Waldy no pudo aguantar más y rompió a llorar desconsoladamente.
  • ¿Por qué tenemos que hacer esto? ¿Por qué? No se si voy a ser capaz, no estoy preparada, ¡Dios! No puedo hacerlo.
  • Tranquila Waldy, lo haré yo primero. Tampoco tengo fuerzas, no creas, sólo pensarlo… pero… no tenemos más remedio. Tenemos que pagar las facturas, tenemos que comer, y… tenemos que hacerlo por ellos, por nuestros niños. – con sus palabras Deysi intentaba tranquilizarla-
  • ¿Qué crees que pensarían ellos, si se enteran de esto? ¿Qué clase de madres somos Deysi?
  • Ellos son pequeños, y además no tienen por qué enterarse. Viven en su mundo, ellos no son conscientes de los problemas que tenemos. Hay que hacerlo Waldy. Tenemos que hacerlo.
  • ¿Por qué no podemos trabajar como todo el mundo? Por Dios, con un poco más nos podemos arreglar, yo no estoy preparada, no puedo. - -Decía la chica con la voz entrecortada por los sollozos.-
El timbre del portal sonó fuerte y seco. Deysi, se levantó pausadamente, besó en la cabeza a su amiga y se dirigió a la entrada del piso dispuesta a contestar el telefonillo.
  • Ya viene, deséame suerte – Le dijo a su compañera, la cual, continuaba en la cocina paralizada.
  • ¿Suerte? … bonita palabra.

Deysi abrió la puerta sin esperar que el timbre sonara. Estaba pendiente de la llegada del forastero y no quería que estuviera parado delante de la puerta. Quizás algún vecino pudiera verle y eso las podía ocasionar problemas.
El hombre entró en la casa, saludo afectuosamente, como si la conociera de toda la vida. Se abalanzó hacia ella y la abrazó fuertemente a la vez que susurraba en su oído, groseras palabras. La chica le indicó la habitación, una vez dentro, Deysi cerró la puerta con cuidado. El hombre comenzaba a desvestirse apresuradamente y hablara sin parar. Ella le miraba sonriendo y contestando más con los ojos y con el cuerpo que con su propia voz.
  • Antes de nada, me puedes pagar… por favor – Fue la primer frase que Deysi le dirigió.
  • Si, ¡cómo no!.
La chica recogió el dinero y lo metió en una cajita que había encima de la cómoda. La mujer, se acercó a su cliente, cerró los ojos y se dejó llevar. Los minutos eran interminables. La respiración agitada y el aliento caliente de aquel hombre, recorría su cuerpo clavándose en él como si de puñales se tratara. No podía decir que la estuviera tratando mal, ni que exigiera nada que a Deysi le resultara mas desagradable aún, pero aquella estaba siendo la hora mas larga de su vida, era interminable, sólo pedía que el tiempo pasara, que aquel rato terminase pronto.
El cliente se levantó y la preguntó si podía darse una ducha. Ella con la mirada baja y a la vez que se incorporaba le contestó con un movimiento de cabeza señalándole el baño. No tardó ni cinco minutos, salió y comenzó a vestirse. Deysi aprovechó ese momento para entrar en el servio, no podía esperar más. Mientras estaba dentro, escuchó como se cerraba la puerta de casa. Entreabrió un poco la puerta y observó que el hombre no estaba, recorrió con la vista la habitación y su mirada se paró en la cómoda. Notó como la tapa de la caja donde había guardado el dinero estaba abierta, salió del baño y si dirigió hacía ella, para comprobar qué, efectivamente, lo que se le pasó por la cabeza había sucedido, aquel hombre se había llevado el dinero.
Estaba sentada en la cama, angustiada con lo que había pasado cuando entró Waldy a interesarse por ella.
  • ¿Qué tal?... ¿Qué ha pasado?... ¿Cómo ha sido?... ¡Cuenta mujer!
  • Me ha robado, ese cerdo se ha llevado el dinero.
  • -¿Qué? … pero…. ¿dónde lo dejaste?
  • En la caja, tal y como hablamos, entré un momento al baño, y… se lo llevó. ¡Joder! , he tenido que aguantar sus babas y sus asquerosas manos y… ¡Me ha robado el muy cerdo!
  • Esto, no va a funcionar Deysi. ¡No va a funcionar, yo no pienso abrir más la puerta de mi casa para esto!
  • Y… ¡qué hacemos ehh! ¡Dime! ¡qué hacemos!
  • No lo sé pero esto no. No… No.-