Bienvenidos

"En lo alto de una pequeña colina llamada Incí, desde donde se divisa el pueblo de Hoblut, ...."
Así comienza esta historia; divertida, alegre, diferente, emocionante, alucinante ... Los Pegimun
Pronto podrás descubrir sus aventuras y disfrutar con ellos de ciento y una peripecias.















Inés y el mar

Tanto tiempo esperando este momento. Por fin había llegado. Como cada año en el mes de Julio, Inés llegaba a Santander con su tía-abuela Estefanía. Era sin duda la mejor época del año. Según se aproximaba el día, recordaba la primera vez que vino.  Estaba un poco contrariada, no entendía el porque de aquella receta que el Doctor le indicó a su padre. Baños de Ola, pero eso que era, ella no había vista nunca el mar y, que podían hacer las olas con su mal.  Le parecía tan descabellado como a su tía, las dos iban refunfuñando todo el trayecto. Pero sin embargo ahora estaban esperando que llegara el día de tomar el tren y partir rumbo a su descanso estival.

De tal manera las afectaba, que Dª Estefanía cambiaba hasta de carácter; durante esos meses, era mas comprensiva con Inés y estaba mucho mas contenta. Inés miraba a sus tía de reojo y poco a poco iba motando como la expresión de su cara cambiaba, casi hasta el color, se volvía mas sonrosado y brillante a medida que el tren se aproximaba a la ciudad.

Dª. Estefanía era una mujer esbelta y bien acicalada, pero eso si, un poco refunfuñona y mandona. Desde que se quedó viuda, de eso hace ya muchos años, vivía en casa de su sobrino Ricardo, el padre de Inés. Por lo tanto al morir la madre de la niña, decidió hacerse cargo de ella. Algo, que aunque nunca reconoció la llenaba de orgullo, ella no pudo tener  hijos y Inés era todo lo que había deseado siempre, en realidad, su sobrino Ricardo y su sobrinita eran todo lo que tenia en el mundo.

El viaje había sido largo; en la estación como siempre, les esperaba un carruaje que les trasladaría al Gran Hotel, ese sería su hogar hasta Septiembre, su padre se ocupaba de que todo lo que las dos mujeres pudieran necesitar estuviese dispuesto. Siempre lo tenia todo previsto.

Por fin, otra vez mirando al mar, ese mar que durante todo el año anhelaba. Empezaba a notar su olor, el aroma que sólo encontraba allí, sintió la brisa y el aire del nordeste que se metía por su piel. Todo ello la encantaba.

Durante  el trayecto, esta vez diferente, ya que de repente el carruaje dejó el camino de costumbre y comenzó a recorrer un nuevo paseo, por el iba viendo continuamente el mar, y las montañas de enfrente, era ciertamente un descubrimiento; era el Paseo de la Reina Victoria, no la extrañaba en absoluto ese nombre, era tan bonito que no podía tener nombre mas apropiado que el de una Reina.

Al llegar al Gran Hotel, las esperaban en la entrada, como siempre, pues su Tía Estefanía así lo quería, tenían las mismas habitaciones, la misma mesa en el comedor… todo sería como siempre.

Al entrar en la habitación, Inés corrió a la ventana, era formidable ver aquello. Desde ella pudo admirar algunos cambios, por supuesto la playa ya estaba desierta dada la avanzada hora de la tarde, pero el Sardinero tenia el mismo colorido que ella recordaba. Observó que en la finca de Piquio había un gran número de árboles, no recordaba si estaban el año pasado, quizás hubieran crecido y la parecían mas, pero no, en efecto eran nuevos, su tía así se lo confirmó al contemplarlos.

La mañana era soleada y tranquila, apenas corría viento, algo que Inés agradeció, estaba deseando bajar a la playa. Después de desayunar se acercarían despacito a tomar sus baños, pero este año Inés , tendría una sorpresa. A la salida del hotel les esperaba Elena, una niña que a partir de ese año se ocuparía de su cuidado. D. Ricardo consideró que su tía ya no estaba para esos trotes y buscó una chiquita que pudiera jugar y a la vez cuidar de Inés.

Elena era de Santander, hija de una sobrina de la tata Rita quien había cuidado a D. Ricardo y por eso la había escogido. Era una chica tímida y callada, a pesar de su juventud, trabajaba duro desde bien temprano, repartía leche por las mañanas todos los días del año desde que su padre falleció. El hombre murío como consecuencia de un golpe de mar un invierno mientras trabajaba en la trainera de pesca; ella que era la mayor de cuatro hermanos, colaboraba con su madre tanto en el cuidado y atención de sus hermanos, como aportando algún dinero  extra en casa, que buena falta les hacia . Su madre trabajaba en la compañía Arrendataria de Tabacos pero su salario no era suficiente para atender todas las necesidades que, eran muchas.

A Inés, la chica le cayó bien, le gustó desde el primer momento, además pensó en lo bien que lo podía pasar con ella, lo cierto era que con la tía se aburría enormemente.

Las dos chicas entraron en la caseta que este año tenían reservada, su tía mientras tanto cogió una de sus libros y se sentó en la cesta. Corriendo como una loca se acercó a la orilla, Elena corría detrás de ella, casi no podía alcanzarla, en cuento la primer ola tocó sus pies, se paró en seco y retiró su cuerpo hacia atrás , Inés sintió un frío terrible, parecía que le iba a cortar la circulación, pero no la importó en absoluto, era una sensación que estaba esperando desde hacia tiempo.

Los días iban pasando y las niñas, se encontraban muy a gusto juntas, su tía las miraba desde su cesta y pensaba,  que su sobrino Ricardo, como siempre, había tenido una gran idea , ella ya no estaba para ir detrás de niños y atender sus baños y juegos. Las niñas por su parte, empezaron a compartir mas que juegos, elena le contaba a Inés historias de sus hermanos, los tres eran niños inquietos que le daban mas de un disgusto a su madres, todo el día se pasaban haciendo trastadas. A Inés esas historias la encantaba, a ella le hubiera gustado tener hermanos con los que jugar, pero desgraciadamente su madre murió al poco tiempo de ella nacer, y no tenia tampoco primos con los que compartir sus historias y sus juegos, solo sus amigos del colegio.

Por las tardes después de comer, las dos se acostaban un rato; mas tarde el paseo y para finalizar la jornada, el rosario, algo que a Inés, no la gustaba mucho, pero la Tía Estefanía en eso era intransigente. Le decía a Inés que era muy importante rezar, además con ello ayudaba al alma de su mamá y pedía por su papá. Eso si, solo le gustaba por una cosa, al salir de la Ermita de San Roque, se encontraba con Pedro. “El sula” apodo que se había ganado por su carácter abierto y su forma de nadar, además era pequeñuco y listo como el hambre.

“El sula” era un raquero con desparpajo que se buscaba la vida como podía. Inés, pudo verle el pasado año durante una mañana que paseando con su padre, se encontró a  Pedro en los muelles de Calderón, éste se lanzaba al mar y recogía las monedas que los visitantes tiraban, antes de que éstas llegaran al fondo. Eso fue algo que la impresionó y todos los días al salir de la Ermita llevaba preparada una moneda que le daba a Pedro; el, la guiñaba el ojo y la sonreía a la vez que la daba las gracias.

El padre de Inés, se presentó este año mas pronto que de costumbre, sus ocupaciones le habían permitido desplazarse antes a Santander; así, de paso disfrutar de su pequeña y descansar.

Al entrar en el Comedor del Gran Hotel, vieron en su mesa de siempre un hombre sentado de espaldas, Inés reconoció rápidamente a su padre,  corriendo se abrazó a el. Tenía muchas ganas de verle, además esperaba con ansiedad los libros que le había prometido que le traería, sus preferidos, libros de piratas y galeones, que devoraba sentada en una cesta junto a su padre mientras el leía el Diario Montañés. Tenía ganas de podérselos dejar a elena, a ella también la gustaban pero no podía comprarlos y la prometió  que cuando su papá se los trajera, ella se los dejaría leer, de esa manera podrían conversas sobre la lectura de los mismos.

La llegada de su padre era todo un acontecimiento para Inés, no solo esperaba los regalos, sino  que al estar el aquí, empezarían sus grandes y bonitos paseos; los dos se acercaban a la ciudad, recorrían los mercados y visitaban a conocidos de su padre, lo cual le daba la oportunidad de conversas y jugar con mas niños de su edad.

D. Ricardo y Dª Estefanía, conversaban sentados en un banco en la Plaza del Pañuelo, ciertamente, el que Elena atendiera a la niña había sido un gran acierto, de este modo ellos estaban mas tranquilos y podían conversar sobre asunto que a Dª. Estefanía le interesaban. Después de que D. Ricardos se informara bien, sobre el trato que Elena le había dado a la niña, de lo que su tía se encargó, ya que estaba siempre vigilante, comprobó que todo había salido según sus planes, por lo tanto,  y así se lo comunico a su tía, D. Ricardo decidió ir a hablar con aurora, la madre de elena, puesto que dado la edad que tenía su tía, era muy conveniente buscar una persona que acompañara a su pequeña en sus salidas, y que mejor que Elena con quien la pequeña se sentía tan a gusto.

La conversación con la madre de elena, fue fructífera, acordó con ésta trasladar a elena con ellos a Madrid. Todos los meses, D. Ricardo le haría llegar una cantidad de dinero a Aurora y la chica recibiría el resto del salario. Por supuesto Elena estaba de acuerdo, esto era algo que su madre ya la había comentado, ella sabia que si se portaba bien con ellos sería muy posible que quisieran llevarla, y aunque elena sentía tener que dejar a su familia. Sabia de la necesidad del dinero, de esta manera quizás sus hermanos pudiesen estudiar.

Cuando D. Ricardo le comento a su hija que, Elena iría con ellos a Madrid, ésta no entraba en si de alegría, era algo que no se le había ocurrido, nunca pensó que su padre la hiciese tal regalo, pero se quedó pensativa y hasta un poco triste. Ella sabia que para elena era muy importante su familia e Inés, se sintió de repente un poco egoísta. Con ese motivo intentó pensar en algo que de alguna manera ayudara a la familia de Elena a sobrellevar mejor la partida de la joven.

Fue éste un gran día para Inés. Mientras recorrían el mercado, le pidió a su padre comprar algunos regalos para los hermanos de Elena, aunque no los conocía había oído hablar tanto de ellos que estaba deseando verlos, y pensó que ya que Elena debía de alejarse de su familia, quizás ellos debieran de obsequiarles con algo que les diera la oportunidad de recordar que las personas que están con su hija eran gentes de bien. Por supuesto D. Ricardo no lo dudo ni un momento y acercándose a uno de los puestos encargo frutas , quesos y otras muchas viandas que debían de ser entregadas en la casa de elena. Por la tarde, los dos se acercaron a casa de la chica, ya había recibido el paquete, y sin saber muy bien que hacer con él; lo tenían tal y como les había llegado, los tres hermanos de elena estaban sentados delante de el sin moverse, admirando todo su contenido. Fue una gran sorpresa para todos. Además D. Ricardo, había comprado por el camino unos pastelitos que hicieron las delicias de los pequeños. Inés le dio las gracias a Aurora por consentir que esta fuera a Madrid con ella, algo que Aurora no conseguía entender, su hija  iba a trabajar, y aquellas personas se mostraban con ellos sumamente agradecidos, cuando realmente las gracias se las debería de dar ella, ya que para su hija esta era una gran oportunidad.

Esa fue una de las tardes que Inés siempre recordaría, la felicidad en el rostro de los hermanos de Elena, la hicieron observar algo en lo que jamás había pensado. No todos los niños vivían como ella, algo que sabía pero que jamás había visto tan cerca.

Finalizado Agosto, llegaba el momentote recoger, tendía que volver a su casa, pero este vez iba mas contenta, su “Amiga” la acompañaba. Ya nunca estaría sola, podía compartir sus secretos y problemas con ella.

De esta manera pasó Inés sus veranos, gracias a la recomendación del Doctor de tomar Baños de Ola, para tratar su dolencia; había conocido nuevas sensaciones, que quizás se hubiera perdido. Con ellos fue creciendo, acompañada de las olas y el viento, llegó a ser una bella muchacha, una linda señorita y una gran dama.

Con el paso de los años, fue ella quien traía a su tía, luego a su padre y a su esposo y por último a sus hijos. Un año en Septiembre, decidió quedarse en Santander, quería terminar su vida en el sitio que tantas alegrías y buenos ratos la había dado.

Junta a su inseparable Elena, seguiría tomando Baños de Ola hasta que sus piernas la permitieran acercarse a la orilla para notar el aire húmedo del mar y la suaves caricias de las olas; esas olas, que la había acompañado siempre, llenando su cuerpo y su alma de la penetrante espuma de la vida.  



Conchi Revuelta.- Derechos reservados



No hay comentarios:

Publicar un comentario