Que triste su marcha aquel día. Llevaba besos guardados en su maleta y en la mano envueltas unas rosquillas.
Cerró los ojos y se dejó caer sobre una silla. Notó en la piel el sol de su calle y respiró el olor penetrante del mar, igual que cuando era niña.
Su vieja y espigada calle había sido durante su ausencia, la fuerza que la mantuvo viva. Siempre presente la tuvo, Sol, de nombre, la puso a su hija.
Hoy, al doblar aquella esquina y ver aquel portal, no tuvo dudas, allí terminaría su vida, cerca del mar que de ella la alejó y recorriendo su Calle del Sol, de abajo a arriba.
Inspirado en la Calle del Sol (Santander)
me ha encantado lo de la maleta llena de besos¡¡¡¡
ResponderEliminarMe he visto recorriendo su calle con la maleta cargada de besos. Precioso
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